domingo, 12 de mayo de 2013

Repercusiones: Comentarios sobre Amartillazos 6

Gramsci también va a la escuela






1. De Marcelo Ghigliazza a Valeria García y Mariano Repossi:

Mariano...

Leí la nota que escribiste con una compañera sobre el trabajo docente en el último número de Amartillazos. Me resultó interesante. Un par de comentarios.

Muy buena la relación entre las propuestas curriculares de "educación durante toda la vida" que desetiman los contenidos y moldean un sujeto versatil e indiferente, y la correpondiente exigencia de fluidez y flexibilidad del capital en esta etapa. 

Muy buena la caracerización del docente como un trabajador a mitad de camino entre el grupo profesional y el obrero fabril.

Me resulta más problemática y tengo ciertas diferencias con la caracterización del Estado que hacen y sobre todo de la función de escuela como necesariamente reproductora. Desde una perspectiva gramsciana, quizá, se podría ver a la escuela como el lugar donde es posible dar la batalla contrahegemónica por la dirección intelectual y moral de una sociedad sin clases sociales. Qué se yo, igual estamos lejos de ser eso!!! 


Un abrazo,

Marcelo


2- De Valeria García a Marcelo Ghigliazza:

Marcelo, nuevamente agradecemos la lectura del artículo. 

Comparto algunas cosas que vengo pensando alimentadas por tu comentario, no tanto para encontrarle los puntos flojos a Gramsci, quien escribe pensando en las posibilidades revolucionarias del pueblo italiano de los años veinte sino para tensionar algunas hipótesis a propósito de las relaciones Estado-Escuela, resistencias y contrahegemonía.

Es cierto que, frente a las teorías acerca de la escuela etiquetadas como “crítico-reproductivistas” (Bourdieu-Passeron, Althusser, Baudelot y Establet) y en la vereda opuesta de otras corrientes más ingenuas (escuela nueva, liberal, tecnicista, etc.) el desarrollo teórico de Gramsci (y sus relecturas – Freire, las teorías de la resistencia – Willis, Apple-, etc) es, por decirlo de alguna manera, optimista respecto del potencial transformador de la escuela. ¿Pero qué escuela según Gramsci? ¿Esta escuela o aquella que resulte del proceso por el cual la hegemonía, en términos gramscianos sea “hegemonía proletaria”?

Habría que revisar ese compilado de Mario Manacorda “La alternativa pedagógica”, para descular si Gramsci afirma o no que la emancipación pueda gestarse en el interior de una escuela en tanto que institución capitalista.

Anoto algunas concepciones del Estado y escuela que se pueden leer en los Cuadernos de la cárcel. Vols. 5, 8, 12 y 15. (No anoto la clásica división sociedad civil/sociedad política)
Me parece que lo más concreto y sensato que se puede decir a propósito del Estado ético y de cultura es lo siguiente: cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes. La escuela como función educativa positiva y los tribunales como función educativa represiva y negativa, son las actividades estatales más importantes en tal sentido. Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden una multiplicidad de otras iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de la hegemonía política y cultural de las clases dominantes. (…) en la realidad sólo el grupo social que se plantea el fin del Estado y el suyo propio como una meta a alcanzar, puede crear un Estado ético, tendiente a poner fin a las divisiones internas de dominados, etc., y a crear un organismo social unitario técnico-moral. 
El Estado es el entero complejo de actividades prácticas y teóricas con la cual la clase gobernante no sólo justifica y mantiene su dominio sino se arregla para ganar el activo consentimiento de aquello sobre los cuales gobierna. 
Puede incluso decirse que la crisis escolar que hoy nos amenaza está precisamente ligada al hecho de que este proceso de diferenciación y particularización se produce caóticamente, sin principios claros y precisos, sin un plan bien estudiado y concientemente establecido: la crisis del programa y de la organización escolar, o sea de la orientación general de una política de formación de modernos cuadros intelectuales, es en gran parte un aspecto y una complicación de la crisis orgánica más amplia y general.(…) 
La crisis tendrá una solución que racionalmente debería seguir esta línea:escuela única inicial de cultura general, humanista. formativa, que equilibre justamente el desarrollo de las capacidades de trabajar manualmente (técnicamente. industrialmente) y el desarrollo de las capacidades del trabajo intelectual. 
De este tipo de escuela única, a través de experiencias repetidas de orientación profesional, se pasará a una de las escuelas especializadas o al trabajo productivo. (…) Pero esta transformación de la actividad escolar exige una ampliación inaudita de la organización práctica de la escuela, o sea de los edificios, del material científico, del cuerpo docente, etcétera. (…) 
El advenimiento de la escuela unitaria significa el comienzo de nuevas relaciones entre trabajo intelectual y trabajo industrial no sólo en la escuela, sino en toda la vida social. El principio unitario se reflejará por lo tanto en todos los organismos de cultura, transformándolos y dándoles un nuevo contenido.
A mi entender, ni el Estado, ni la escuela, critican las relaciones de producción capitalistas. Entonces me parece que el debate desborda la cuestión de si el Estado actúa por consenso o coerción o ambas.

Se podrían explorar también, otros conceptos en Gramsci: el rol del intelectual, el intelectual orgánico, el nuevo intelectual, el folklore (clases populares), además la idea de una “educación para las masas” que abriría otra discusión.

Ahora bien, independendientemente de que pretendamos que la escuela sea ponderada como un espacio para la formación de sujetos revolucionarios: ¿lo hace? ¿hay una tendencia transformadora o reproductora? Tal como vos afirmás, parece que estamos algo lejos.

¿Cuál es el aporte de la educación para construir otro orden social y de qué manera la educación actual cuestiona el orden vigente?

No ignoro que pueda haber "resistencias" al interior de las escuelas.  Comprendo que la reproducción nunca es lineal ni homogénea, hay cortes, fisuras. En todo caso, estudiar aquellos fenómenos que atestiguan la función reproductora de la escuela no supone abandonar el registro y análisis de las resistencias. Y vale que nos preguntemos: esa resistencia, esa contracultura ¿es activa, política, consciente o meramente instrumental  e individualista? ¿afirma o cuestiona las relaciones capitalistas? ¿en qué sentido es contrahegemónica? O, situarse frente a lo hegemónico ¿supone siempre un lugar de oposición? Pienso en términos de consenso y negociaciones para desarmar la idea de dominación como imposición. ¿Qué hay detrás de la resistencia estudiantil y docente? ¿cuáles son las lógicas de esas resistencias?¿cuáles son y cómo se modelan las instancias emancipatorias en las relaciones concretas en el aula? O tal vez, la resistencia sea un deseo del investigador, del militante, del intelectual.

Sigamos pensando ¿no?

Valeria.



3. De Marcelo Ghigliazza a Valeria García:

Gracias por tu respuesta, tan precisa y tan elaborada. Me quedo pensando algunos fragmentos.

Empiezo a partir de una pregunta tuya: ¿Pero qué escuela según Gramsci? ¿Esta escuela o aquella que resulte del proceso por el cual la hegemonía, en términos gramscianos sea “hegemonía proletaria”?

Creo que “aquella escuela que resulte de proceso por el cual la hegemonía resulte la hegemonía proletaria” no es una escuela distinta de la escuela de hoy, o mejor, es la escuela de hoy en su ser otro. Quiero decir, es la escuela de hoy devenida escuela nueva, si se quiere, humanizada. Sin duda creo que habrá algo de la vieja escuela que va a quedar,  que se va a conservar, pero en un nuevo nivel. Por ejemplo, el carácter gradual de la escolaridad, el carácter gratuito, obligatorio, laico, el énfasis en la enseñanza del lenguaje, las matemáticas, las ciencias sociales y naturales, aspectos del arte, el deporte, el hecho de que sea un espacio de socialización importante, me parece que estos rasgos, en un nuevo contexto de hegemonía proletaria, no deberían cambiar. Sí, tomarían nuevos matices, adquirirían nuevos tonos, nuevas formas, pero creo que en cierta medida seguirían.

Esto quizá se relaciona con lo que anotaste de Gramsci en cuanto a que “cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes.” Me parece genial esta cita que trajiste porque, para mí, significa que la escuela —aun en un contexto capitalista— cumple una función ética, ya que al mismo tiempo que le sirve a las clases dominantes para legitimarse, le sirve a la totalidad social, y, en este sentido, responde al interés  universal, no particular. Esa función de la escuela de “elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral” no hay que olvidarla, ni desvalorizarla. Que el trabajador tenga una escuela donde aprenda a leer y a escribir, y elementos de la matemática (por decir lo mínimo) es cualitativamente mejor que si no lo tuviese.   

En este mismo sentido creo que la construcción de una sociedad comunista no debe renegar de todo lo que existe actualmente, por ejemplo, en el ámbito educativo. Como decía Mariátegui: “el socialismo contemporáneo es la antítesis del liberalismo; pero nace de su entraña y se nutre de su experiencia. No desdeña ninguna de las conquistas intelectuales. No escarnece y vilipendia sino sus limitaciones. Aprecia y comprende todo lo que en la idea liberal hay de positivo: condena y ataca solo lo que en esta idea hay de negativo y temporal” (“Siete ensayos…”, Amauta, pp. 79-80).

De acuerdo a lo anterior creo que una de las grandes conquistas intelectuales que se han dado bajo el modo de producción capitalista en general, y en el proceso de formación de nuestro Estado-nación en particular, es precisamente, la conformación del sistema educativo estatal. Con vaivenes, con épocas de avance y retroceso, con las grandes derrotas de las últimas décadas, la educación pública en la Argentina ha sido una de esas conquistas intelectuales, que deben ser criticadas por sus limitaciones, es cierto, pero no desdeñadas  “de cuajo”, en pos de un supuesto proyecto emancipatorio.

Te voy a dar un ejemplo, a pesar de la reforma del Estatuto del año pasado en la legislatura de la ciudad de Buenos Aires (que todavía no se aplicó) los docentes del sistema educativo público de esta jurisdicción participamos, en tanto trabajadores, en el gobierno del sistema. Conformamos la mayoría de cada Junta de Clasificación, las cuales arman los listados y los criterios del orden de mérito y controlan los actos públicos en los cuales se toman los cargos. Más allá de que se pueden hacer críticas a los criterios del orden de mérito, al funcionamiento de algunos juntas, este esquema permite que uno acceda a su cargo, a su puesto de trabajo, por su idoneidad, sin deberle un favor a nadie, y sin tener que mostrar afinidad ideológica con nadie (como a menudo pasa en las escuelas privadas y en los bachilleratos populares). Esto no es solo una “conquista laboral”, de “condiciones de trabajo”, es una manera de empezar a crear lazos y estructuras objetivas correspondientes a una sociedad de iguales.

Todas estas cosas que te menciono como positivas de la escuela pública, no me nublan la vista para reconocer abiertamente las terribles falencias o cosas que habría que cambiar cuanto antes.  Precisamente, en cuanto a la crisis escolar, me parece correcto lo que apuntás de Gramsci con respecto señalar su carácter orgánico:

la crisis del programa y de la organización escolar, o sea de la orientación general de una política de formación de modernos cuadros intelectuales, es en gran parte un aspecto y una complicación de la crisis orgánica más amplia y general. 

De todas maneras, no creo que haya que esperar que esté resuelta la crisis orgánica (en un sentido reaccionario o revolucionario) para actuar individual y colectivamente en la escuela. Creo que hay que ir articulando, acumulando fuerzas, dentro del mismo sistema educativo en torno a una serie de principios básicos, de ideas que solidifiquen y se vuelvan “fuerza material” capaz de resistir con éxito cualquier política educativa reaccionaria de turno y al mismo tiempo ir contribuyendo a conformar una nueva subjetividad, capaz de sostener el esfuerzo de llevar adelante el proyecto de una sociedad emancipada. Como te decía, creo que estamos muy lejos de eso, por una serie de confusiones arraigadas, más o menos interesadas y cómodas, en el cuerpo docente en general.

Una de esas grandes “confusiones” que hoy está haciendo desastres en el sistema educativo es la actitud demagógica y condescendiente de muchos nuevos maestros y profesores con respecto a los estudiantes.  Yo trabajo en el nivel primario y en éste tengo un recorrido de nueve años por distintas escuelas, de diferentes barrios y sectores sociales. También tengo la experiencia de haber cursado la carrera de sociología de la UBA. En estos lugares al menos, se está volviendo un núcleo duro en la práctica docente la tónica de “promocionar a todos”, de no exigir, de facilitar en el mal sentido. Pareciera que es más piola el docente que “no toma asistencia”, “que comprende la situación del alumno que trabaja”, “que no quiere estigmatizar desaprobando”, y todas esas pelotudeces, que en la mayoría de los casos es una farsa, una salida fácil, una manera de “sacarse el problema de encima” (¿qué más fácil que aprobar a todos?, ¿quién hoy te va a pedir explicaciones por ello?). Sin duda que esto es una bajada de política educativa en todos los niveles: se trata de mejorar las estadísticas educativas, pero nunca, jamás de generar un proceso igualación en la posesión de conocimiento o de desarticular efectivamente la concentración cada vez más agresiva del capital cultural en pocas manos. Este fenómeno se esconde hipócritamente bajo la fachada de las “políticas de inclusión educativa” que es la manera que tiene el Estado capitalista de responder a las demandas de escolarización, garantizando que el conocimiento quede “bien guardadito” para las élites.

Este aspecto creo que es hoy uno de los que urge modificar “en el aula”: Frente a la escuela demagógica, condescendiente o “para pobres” es preferible la vieja escuela tradicional. Esta última, por lo menos, te enseñaba a leer y a escribir, a sumar y a restar. Además de a obedecer, aprendías algunas herramientas. La otra, con un discurso muy progre, te deja en la niebla y a merced del más fuerte. Más desarmado al fin.

Más allá de este punto, me parece necesario seguir indagando, como vos decís, en una propuesta de escuela que ayude a formar un sujeto nuevo. Parece adecuado lo que dice Gramsci al respecto de una formación humanista, que equilibre las capacidades manuales con las intelectuales, pensando en una sociedad en la cual la escisión entre estos dos polos no sea un abismo.

Así también habría que pensar en las relaciones de poder en una escuela, acordes a una sociedad humanizada. En este aspecto, la idea de dirección me parece adecuada, en el sentido de una búsqueda permanente por parte de quienes tenemos funciones educativas de, por un lado, hacernos cargo de la autoridad y las responsabilidad que tenemos si huir de ella, y, al mismo tiempo, asumir la tarea de superar la unidireccionalidad y el autoritarismo, tratando de crear y sostener, en la medida de lo posible, mayores niveles de reconocimiento mutuo entre docentes, estudiantes y directivos.

Bueno, gracias por la paciencia.



Marcelo

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